hey, que aquí no se acaba la diversión... Si quieres algo de locura, mira por la ventana.
O si lo que a tí te va es el amor, conoce a Melocotón.

miércoles, 13 de enero de 2010

Libertad.

Con solo diez años pegó un portazo a su padre y cogío la bicicleta guardada en el garaje del apartamento de verano.
Bajo por aquella empinada calle que tanto le gustaba, primero pedaleó muy fuerte y luego levanto los pies de los pedales, que iban como locos dando vueltas y más vueltas. Cerró los ojos y sintió la suave brisa de antes, ahora convertida en un fuerte viento que emmarallaba su pelo negro.
Oyó un claxon, abrió los ojos y torció el manillar para apartarse de la trayectoria del coche que pasaba por allí. Calló y rodó por el suelo. Sus pantalones naranjas se qedaron marrones de tierra y tenia unas pequeñas heridas sangrantes.
El coche, que era un volvo negro y brillante, frenó a su lado y abrió la puerta.
- Me dijeron que me encontraría contigo, pero no de esta manera.
Amèlie se quedó sorprendida y no osó moverse.
- Pero chiquilla, que te vas a desangrar, sube al maldito coche de una vez.
Dijo la voz simpática.
Se levantó decidida y asomó la cabeza por la puerta y se quedó impresionada.
Era todo negro pero con norias y papeles con frases bonitas volando en ese espacio. Caballos de esos preciosos incluso creió entrever a su madre.
Fue a meter el primer pie cuando oyó a alguien llamarla, se giró y no vió nada, volvió a mirar en aquell espacio negro con colorines que le parecian decir ven.
Entonces vió a su padre en el espacio negro, salir del coche y cogerle la mano. Le miró extrañada, que hacía él allí dentro?
Entonces apareció Elèonore por detrás.
- Mamá, quiero ir contigo - dijo Amèlie sin pensar, en realidad no lo tenía claro. Además, la voz que le había salido parecía no ser suya.
Su madre como respuesta amplió la sonrisa que ya llevaba en la cara y besó a Philip en la mejilla. Ella se despertó...
Estaba en una ambulancia y oía a su padre a su lado susurrar.
- Tu no, por favor, tu no. Dios, si es verdad que existes, por favor, que te he hecho, si te la llevas no lo soportaré, es lo único que me queda...
Amèlie parpadeó y gimió lo más fuerte que pudo con aquella mascarilla en la cara. Su padre levantó la vista, como maravillado por un milagro y lloró. Lloró como el pobre hombre que era, como el pobre hombre que era y que acababa de recuperar a su tesoro. Su hija.
- Papá - consiguió decir.- Solo quería que me dejaras ir a el picnic, no quería esto, solo queria....
- Tranquila cariño, puedes ir al picnic, lo sé. Solo querías un poco de libertad.
- Si papá, pero no sabía que la libertad se pagaba tan cara.
Y se quedaron en silencio, pensando y el único ruido que había, esa insistente sirena, se quedó en segundo plano como pidiendo un reclamo y algo de atención.

miércoles, 6 de enero de 2010

Maduró.

Era navidad y la casa olía a aquel maravilloso aroma de galletas recien hechas y cera de vela roja. Amèlie aun estaba tumbada en la cama y tapada hasta el cuello cuando oyó a su padre subir las escaleras. Olisqueó el aire y ese aroma de cera y galletas se empezó a mezclar con el inconfundible olor a tabaco de él, nunca le había gustado que fumara pero cuando olía a tabaco siempre sonreía por su padre.
Oyó el crujir de la puerta y antes de que su padre dijera una palabra ella se levantó de la cama y le dió un fuerte abrazo.
-Han llegado los Reyes, pequeñaja mia.
Y le enseñó esa ilera de perfectos dientes. Ella sonrió como la niña pequeña que era y bajó corriendo. Abajo le esperaban unos seis regalos, algunos grandes y otros no tantos, pero ella en realidad solo quería uno. Abrió todos los regalos, incluidos los de su padre, pero a pesar de su sonrisa en los labios, esa felicidad no llegaba a sus ojos.
Phillip suspiró y miró una foto de la madre de Amèlie con desesperación y mentalmente se preguntaba por qué.
- Papa, creo que ya no creo en los reyes magos.
- Pero Amèlie, pequeña mia, como se te a ocurrido eso?
- Creía en la magia... Pero cada año pido a mi mamá y nunca la traen...
- Cariño, es que es complicado...
- No es complicado papá, simplemente no existe la magia.
Y así dejó a Phillip, con una mano delante y la otra detrás. Pero aun así Amèlie nunca dejó de sonreir, pero decidió que era hora de creer en ella misma y dejar de creer en cosas que no existen. Ella haría posibles sus deseos.
Amèlie maduró y mientras maduraba, se metió en la boca una de esas riquísimas galletas caseras.

viernes, 1 de enero de 2010

Nació.

Eléonore llevaba tumbada y con las piernas abiertas hacía ya unas 12 horas, pero esa cría no se decidía a salir. Era un día lluvioso y feo, de esos que no apetece salir a la caller ni aunque estrenes paraguas de color rosa chillón.
Le sudaba todo y ya se le cerraban los ojos, no tenía fuerzas. Solo oía la lluvia, que ya parecía amainar y a los medicos caminar de un lado al otro. Su marido estaba fuera, esperando y preocupado. Seguramente fumando, Eléonore tenía claro que Philip dejaría de fumar en cuanto la niña estuviera instalada en casa.
Sonrió para ella misma. La habitación había quedado perfecta y nada de rosa por ningún lado, no sería una niña repipi, su hija. Amèlie sería perfecta, de esas que enamoran, con ojos verdes, esperaba. La habitación era azul y tenia estrellas por todos lados, estrellas que recogian sueños. Y ya tenía preparado un diario para ella, con muchas hojas. Quería que su hija aprendiera a escribir... Iba demasiado deprisa, lo sabía, pero cuanto antes mejor...
Salió de su ensueño y estuvo atenta, había parado de llover. Y allí llegaba, Amèlie ya estaba fuera.
Le puesieron a la niña en el pecho y lo último que pudo pensar Eléonore antes de caer rendida...

Esta niña será especial, lo sé. Sus ojos son verdes y su mirada especial... Además, ha esperado a que pare de llover para salir. Si, es especial.

Por desgracia Eleónore no se despertó nunca más ni Philip dejó de fumar.

Amèlie.

Amèlie era poco afrancesada. Nació en francia, se crió en francia, se enamoró en francia y murió en francia. Pero ella no se sentia francesa a pesar de que su nombre y sus apellidos eran franceses, a pesar de que su lengua era francesa, a pesar de que nunca había salido de Francia.
Su sueño era viajar en un barco de papel por el mundo, por que ella era del mundo. Escribia en una libreta vieja lo que ella soñaba en las noches de luna llena, y la guardaba en una caja vieja llena de sueños y recortes de diario.Sonreía a las flores que parecían saludarla y se cuenta que las noches en las que el cielo es oscuro por que no hay luna, se metía por un espejo y se iba a un mundo paralelo. Un mundo poco frances.
También llevaba vestidos cortos muy franceses, con las iniciales de las mejores marcas en las etiquetas. Los bolsos eran pequeños y llevaba el dinero guardado en el wonderbra. Todo en ella incitava a los chicos o a acercarse y que la noches los llevara o a salir corriendo por que no tenian oportunidad.
Aun así era la persona más dulce del mundo. Su sonrisa, sus ojos, sus pomulos rosados.

Ella enamoraba a cualquiera, chicos y chicas. Y en el fondo te acabará enamorando a ti también, ya lo verás.